EL RITO ESTABLECIDO Y NO INVENTADO
Los Apóstoles a la cabeza de la Iglesia, fundada por Cristo sobre Pedro, han de continuar este supremo acto del Sacrificio en el que se manifiesta el amor de Dios que busca realizar la unión con su criatura (“nadie ama más que aquel que da la vida por aquellos que ama”), fuente de la mayor gloria de Dios, razón de ser de la creación en el que el mismo Cristo continúa por medio del sacerdote realizando este acto el que ofrece el Sacrificio de su cuerpo y de su sangre.
Conviene aclarar lo que se entiende por la palabra rito. El reputado liturgista Mons. Klaus Gamber en su obra “La Reforma de la Liturgia Romana”, prologado por varios obispos y tres cardenales dice que “lo podemos definir como las formas reguladoras del culto que remontándose en definitiva hasta Cristo, han nacido, una a una, a partir de la costumbre general y sancionadas después por la autoridad eclesiástica”.
Entonces: Los ritos, antes de ser sancionados, es decir, oficializados por la Iglesia siempre fueron, según la misma definición de Rito, primero costumbres de dar culto a Dios, que remontan su origen a la Revelación y que expresan la concepción que tiene la Fe, de Dios, y de todo lo que es el hombre frente a Dios, de las relaciones de la criatura con su Creador.
Los Ritos también ejercen necesariamente una función pedagógica y, por lo tanto, deben ser fieles a su razón de ser: Vincular, por la Fe que se expresa, al Hombre con Dios, que son realidades distintas y objetivas, como Dios lo estableció.
Sí; le Rito expresa la Fe, esta correspondencia es necesaria. También es válida para el error, cuando se expresa en ritos, como lo hicieron los herejes. Un cambio de la Fe exige un cambio correlativo en el Rito.
Paul Bourget (escritor católico del S. XIX): “Es menester vivir como se piensa, so pena de terminar, más tarde o más temprano, pensando como se vivió”. Lo mismo para la forma de dar culto a Dios: Es menester celebrar el culto que exprese la Fe revelada por Dios, so pena de terminar creyendo como se celebró.
Si el Rito expresa la unión de dos realidades, vinculándolas por el culto, (Dios y Hombre) y esas dos realidades no cambian en su naturaleza ni en su esencia, cuando se tiene el Rito apropiado al culto debido, que expresa la Fe revelada, en cierto sentido ese Rito es inmutable.
Me explico:
1. La Naturaleza tanto divina como humana, vinculadas por el culto dado por medio del Rito, son inmutables (esto se niega si se tiene una fe evolucionista y panteísta o se define la Fe como un sentimiento).
2. La Fe (que debe expresar el Rito) también es inmutable. La fidelidad a lo esencial no puede, sin daño a la Fe, afectarse por la adaptación a lo accidental (esto se niega cuando se define la Fe como un sentimiento que nace de la profundidad del inconsciente y no como el a-sentimiento (sin sentimiento) de la razón a la autoridad de Dios que revela verdades, a la inteligencia, inmutables definidas y propuestas como tales por el Magisterio establecido por Dios; o cuando se hace prevalecer la influencia cultural de geografía, raza, temperamento, evolución histórica, etc.).
Por lo tanto, el Rito como la Naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre, como la Fe que debe expresar, después de haber sido costumbre canónica y en esa condición ha sido practicado y aceptado pacíficamente (a veces de tiempos inmemoriales) con el reconocimiento unánime de la Iglesia, es un rito inmutable. De ahí que su fijeza e invariabilidad lo hagan un rito de la Iglesia Universal y no un rito del Padre tal o tal o de la cultura tal o del folclore tal, como pretende el Modernismo.
Puede, con estas características, haber varios ritos, como de hecho existen desde tiempos inmemorables reconocidos en la Iglesia.
De manera pues que, como vemos: El rito nace de la costumbre general; ya en el Antiguo Testamento el sacrificio inspirado por Dios a Moisés, para anunciar y prefigurar el sacrificio del verdadero Cordero de Dios, se hace de acuerdo a un ritual igualmente establecido o inspirado por Dios.
Es el sacrificio actual de la Nueva y Eterna Alianza realizado por el Verbo Encarnado el que ilumina y da coherencia a la significación de toda la historia Antigua, la cual sería oscura e incomprensible si no se la ilumina por su ordenación al Mesías Redentor.
Los sacrificios del Antiguo Testamento, dice San Agustín, “eran sólo figuras que presagiaban y simbolizaban de modos diversos el Sacrificio de Cristo”
La realidad instituida por Cristo en la Última Cena será transmitida y continuada de siglo en siglo, por la Liturgia católica que formándose y enriqueciéndose a partir de ese núcleo esencial, de manera comparable a cómo los anillos que se forman alrededor de los troncos de los árboles o también como una joya preciosísima puesta en un anillo alrededor de la cual se añaden con el paso de los tiempos otros brillantes que la resaltan, eso es lo que se conoce como Misa Tridentina o Misa de siempre.
Dice Mons. Gamber: “en sentido estricto no hay Misa Tridentina porque como resultado del Concilio de Trento no se creó un nuevo ordinario de la Misa; el “Misal de San Pío V” no es otra cosa que el Misal de la curia que vio la luz en Roma muchos siglos antes (.....), pero que jamás había sido impuesto de forma obligatoria”.
Nunca existió en la Iglesia hasta 1969, estrictamente hablando, un rito nuevo, teniendo en cuenta el significado de la palabra Rito.
Veamos sucintamente un resumen de la historia de la Misa:
SIGLO I: Nuestro Señor Jesucristo realiza el sacrificio de la nueva alianza prefigurado y anunciado desde tantos siglos instituyendo la Eucaristía y el Sacerdocio
SIGLO II: El acto y la acción del Divino Salvador se transmiten y aparecen los rasgos primitivos del Canon Romano, la Iglesia primitiva llama a la Misa Oblatio y Misterium Fidei como lo atestiguan laDidaché, la epístola de San Clemente, la de Bernabé; los escritos de San Ignacio, san Justino y san Irineo.
SIGLO III: En Roma se empiezan a marcar las partes del canon Latino, se establecen los elementos dogmáticos de la Misa a través de encíclicas de los papas y en los concilios locales se establece un libro litúrgico en latín, conteniendo el canon para mantener la unidad de lo esencial cuando se celebre la Misa
SIGLO IV: El emperador Constantino concede la paz y la libertad a la Iglesia dando la posibilidad de la celebración pública; en esta época ya encontramos cuatro ritos diversos: el de Antioquia, el de Alejandría, el rito Romano y el Galicano; pero todas las partes de la Misa se encuentran en cada rito desde el Siglo II. En esta época se le da el nombre de Misa. Aparecen las primeras sectas con sus herejías antiliturgicas como la Vigilancio y Arrianismo que negaban la divinidad de cristo, comulgaban de pie y en la mano, disminuyendo por lo tanto los signos de orden y respeto a la Sagrada Eucaristía. No adoraban.
SIGLO V: A partir de este siglo surgió la tendencia a la unificación occidental sobre el modelo del Santo Canon, enteramente compuesto por las mismas palabras del Señor, de las tradiciones recibidas de los apóstoles y de las devotísimas instituciones de los santos pontífices; el rito Ambrosiano en Milán, la liturgia mozárabe de origen ibérico y las liturgias maronitas de Siria y Malacares que toman lo principal del Canon Romano (Cfr. Denzinger 942)
SIGLO VI: Se enriquece el Canon Romano y se perfecciona a través de oraciones para dar el impulso a la conversión del imperio; sobresale la doctrina esencial del rito del Sacrificio contenida en el Misal, que se resume en dos palabras: Transustanciación y Sacrificio Propiciatorio.
SIGLO VII: San Gregorio Magno consolidó el tronco común delOrdo Misae denominado varios siglos más tarde de San Pío V. A partir de este Papa se considera el texto, el orden y la disposición de la Misa que él nos transmite como una tradición sagrada que remonta a los apóstoles y que no se debe reformar, salvo en detalles secundarios.
SIGLO VIII: La Misa para esta época es explícitamente el eje central para la evangelización de los pueblos.
SIGLO X: Hasta este siglo la presencia real de NSJ en la Eucaristía ni se dudaba ni se discutía, tanto sacerdotes como laicos profesan la Fe con certeza clara de que después de la Consagración lo que hay en el altar es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El primero que osó negar esta verdad de fe fue Berengario de Tours que inició la herejía que afirma una mera presencia simbólica y no real en la Sagrada Eucaristía (Cfr. Dz. 355).
SIGLO XI: La expresión de los ritos de la Misa se enriquece con los cantos gregorianos, el órgano y una buena acústica en la catedrales góticas.
SIGLO XIII: Concilio de Letrán declara el dogma de fe que después de la consagración se convierten de modo sustancial en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
SIGLO XIV: Algunos sacerdotes colocan los cimientos de la revolución protestante al negar la presencial real de Cristo en la Eucaristía entre ellos Juan Wiclef, Lolardo Walter y Juan Huss, entre otros.
SIGLO XV: Con el renacimiento del paganismo surge el naturalismo que ataca las bases sobrenaturales de la Religión Católica incluido el sentido sacrificial de la Misa
SIGLO XVI: Los herejes Martín Lutero, Ulrico Zwinglio, JuanCalvino y el rey de Inglaterra, Enrique VIII, buscan deformar el culto exterior de la Iglesia centrando sus esfuerzos destructivos sobre tres puntos esenciales:
1. Negación del carácter de sacrificio propiciatorio de la Misa, quedando sólo en una especie de asamblea comunitaria sin consagración que sería un simple memorial de la cena pascual
2. Negación de la transustanciación. Dicen que Cristo solo está presente de manera espiritual en medio de la asamblea que se reúne en su nombre. La Eucaristía es sólo un símbolo a ser reconocido por la fe de los que asisten, por eso la toman con la mano y se reparte vino a los asistentes.
3. Negación del Sacramento del Orden Sacerdotal, que es reemplazado por el sacerdocio colectivo de los fieles presidido por un pastor de la asamblea.
Frente a estas herejías el Espíritu Santo Suscitó la acción del Concilio de Trento y de San Pío V para canonizar el orden litúrgico y así establecer una barrera sólida contra la herejía. Fruto de este celo apostólico son los cánones sobre la Misa y la bula Quo PrimumTempore que garantiza el derecho a perpetuidad, sin que nadie pueda legítimamente impedirlo, a cualquier sacerdote hasta el fin del mundo, que quiera celebrar como el rito que hoy se conoce con el rito de San Pío V (Cfr. Dz 942)
Me permito recordar estos cánones... (continuará).