Un ejemplo bastante notable de una mala aplicación de la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, debido claramente a una pésima hermenéutica de los documentos emanados del mismo, corresponde a la sistemática prohibición de la celebración Ad Orientem, y su reemplazo por la celebración Versus Populum.
Profundizaremos un poco al respecto.
I.- ORIENTACIÓN LITÚRGICA EN LA IGLESIA PRIMITIVA Y SU DESARROLLO.
La Tradición de la Iglesia nos muestra que la orientación litúrgica hacia el oriente se remonta a los principios de la iglesia, en las comunidades primitivas. Dicha orientación de la oración mantiene su sentido en forma clara hasta bien entrado el segundo milenio, según nos lo enseña el Papa Benedicto XVI, durante su Cardenalato, en la obra "El Espíritu de la Liturgia". En dicha obra hace una síntesis muy precisa, avalada en reconocidos liturgistas e historiadores sagrados.
La orientación hacia el oriente en la oración y, por ende, en la Sagrada Liturgia, contiene en sí misma una expresión muy gráfica de la síntesis cristiana de la Historia de la Salvación: En ella, la oración se dirige a Dios Padre, por acción del Espíritu Santo, quien envió a su Hijo, el Verbo de Dios, para Redimirnos; que se nos entrega como Prenda de vida eterna, de manera admirable, el Santísimo Sacrificio del Altar, en el cual Jesucristo mismo se hace presente, real y sustancialmente, por obra del mismo Espíritu Santo, en medio de su Iglesia que es el Cuerpo Místico de quien Él es cabeza; y que vendrá nuevamente en las postrimerías de la historia con Gloria y Majestad. Por ello, la orientación es hacia el oriente, ya que nos muestra, en un primer aspecto, la espera vigilante del Mesías, que es el Sol que nace de lo alto, desde el Oriente; en un segundo aspecto, la orientación nos revela la importancia de que, en virtud de nuestro sacerdocio común, nos asociemos al Sacerdote, quien en virtud del Sacerdocio de Jesucristo actúa "In Persona Christi", ofreciendo al Padre el Sacrificio Puro, Inmaculado y Santo, que es su propio Cuerpo y Sangre, obteniendo de este Santo Sacrificio, la santificación de cada uno de nosotros; Finalmente, en un tercer aspecto, señala de manera elocuente la espera del Cristiano, en forma vigilante, de la segunda venida del Salvador, quien viene en Gloria y Majestad (como el Sol naciente), a juzgar el mundo y consumar todas las cosas en Él.
Inicialmente, podemos ver que en los tiempos de la "Domus Ecclesiae" primitiva, la orientación litúrgica comienza a ser hacia el oriente, dentro de las posibilidades del lugar, debido a que esto provenía directamente de la tradición judía de la sinagoga, donde todos se dirigen hacia las sagradas escrituras, que vienen a ser la forma de suplir la presencia divina contenida en el Sancta Sanctorum del templo de Jerusalén, destruido en el primer siglo de nuestra era. Por ello mismo, las Sinagogas poseían dicha orientación, y por ende, el Cristianismo primitivo la adoptó por ser la Sinagoga parte integrante de la Liturgia (lo que hoy correspondería una especie de "Liturgia de la Palabra").
Posteriormente, y con la Paz Constantiniana, se pudo comenzar a construir edificaciones, correspondientes hoy a las grandes basílicas e iglesias, las cuales fue posible orientar correctamente hacia el oriente, siguiendo la tradición judaica, pero dándole un significado diferente: La orientación litúrgica es hacia el Oriente, porque del Oriente nace el Sol, que representa a Cristo. Por ello, en las basílicas e iglesias construidas en el período, ya sea de oriente o de occidente, se encontraba, en un ábside (que corresponde al lugar orientado), una imagen del Cristo triunfante (o del Padre en algunos casos), conocida como el "Pantocrátor", que era el signo visible y patente de esta orientación litúrgica hacia Dios.
Con el nacimiento de la Reserva Eucarística en el Sagrario, éste fue colocado al centro, y con ello, se realzó con mayor fuerza la orientación de la Liturgia hacia Dios, que está también realmente presente en dicho lugar litúrgico (correspondiente, frecuentemente, con el ábside, y en algunos casos, el altar mayor, cubierto con el baldaquino, del cual se encontraba suspendida la "Paloma" que contenía la reserva eucarística).
Posteriormente, el desarrollo del dogma cristológico y la evolución de la tradición de la Iglesia, principalmente en cuanto a lo relacionado con la arquitectura sagrada, provocó un cambio notable, cuando el Pantocrator fue reemplazado progresivamente por crucifijos con la Imagen de la Pasión, lo cual, en cuanto al tema de la orientación, no hace más que reafirmar la orientación litúrgica hacia Dios, aunque centrándose particularmente en la Pasión, muerte y Resurrección, que son los hechos que con mayor fuerza se desarrollan en el Santo Sacrificio Eucarístico. La frase "Mirarán al que traspasaron" de San Pablo, es una forma sintética que permite describir la importancia de la orientación litúrgica durante estos tiempos, los cuales perduraron sin mayores cambios hasta los tiempos previos al Concilio Vaticano II.
II.- EL CONCILIO VATICANO II Y LA ORIENTACIÓN LITÚRGICA.
El concilio Vaticano II no se pronunció formalmente de la orientación de la oración litúrgica en la Iglesia, por lo que cualquier debate sobre el tema fue llevado posteriormente, en los tiempos de la reforma litúrgica misma. La teología litúrgica y sacramental sobre la Eucaristía tiende a tener un cambio radical durante este tiempo, donde la noción sacrificial ha pasado a un segundo plano, siendo en algunos casos sistemáticamente rechazada y reemplazada por la noción de Banquete.
Esto sucede porque, en tiempos del post-concilio, se realzó de forma desmesurada la vinculación Eucaristía-Última Cena, olvidando por completo que, si bien, la Última Cena del Señor se llevó acabo en el contexto (más probable) de la cena pascual judía, a ella es incorporada una novedad, que es precisamente el Sacrificio de Cristo. Por ello, lo importante no es la Cena en sí misma, que es algo secundario, sino que es el Sacrificio Eucarístico que Cristo introduce en el contexto de la cena. Por ello, la repetición que Cristo nos pide no es de la cena en si misma (lo que se podría realizar solo una vez al año y en una fecha determinada), sino que pide la repetición de lo que es novedoso, es decir, del Sacrificio, que es independiente de la cena, aún cuando sea su contexto inicial.
El concilio planteó la necesidad de "acercar a los fieles al altar". Dicha frase involucraba dos aspectos fundamentales: El primero es buscar la forma en que los fieles puedan participar más activamente de la Santa Misa, elevando sus almas hacia el Santo Sacrificio del Altar, todo ello, mediante una formación litúrgica adecuada, así como de la participación en el Canto y otros oficios. El segundo aspecto es evitar las largas distancias entre el Altar y los fieles (como pasa, por ejemplo, en Iglesias con Coro, como Notre Dame de Paris, donde la distancia entre los fieles y el Altar Mayor es muy amplia), para que los fieles puedan sentirse partícipes de la Santa Misa, y contemplar con mayor detalle lo que sucede en el Altar.
Por ello, se instruyó en la necesidad de que, en las nuevas Iglesias, se construya el Altar más cercano a los fieles. De la misma manera, se instruyó a construirlo separado de la pared, para que pudiese ser rodeado sin problemas (presumiblemente, para lo relacionado a la incensación).
Sin embargo, el Concilio no se pronunció en torno a un cambio de la Celebración de los Sagrados Misterios desde la forma Ad Orientem a una forma Versus Populum.
Pese a ello, la Instrucción "Inter Oecumenici" de 1964, preparada por el Consilium (Ente encargado de llevar a cabo las reformas propuestas por el Concilio), dió una cierta interpretación al respecto, la cual claramente fue un intento por "declarar admisible" una práctica ya extendida en algunos países desde los comienzos del Movimiento Litúrgico, en particular, lo relacionado con Guardini. La cita textual es la siguiente:
"Es aceptable construir el altar mayor separado del muro para que se facilite la vuelta y que se pueda celebrar cara al pueblo; y se colocará en el edificio sagrado de forma que sea verdaderamente el centro hacia el cual se vuelva espontáneamente la atención de la asamblea de fieles".
Sin embargo, dicha instrucción tiene dos matices a considerar: Primero, constatar que es solo una recomendación para nuevas construcciones, y en segundo lugar, que es solo una recomendación en sí misma, y por tanto, no se considera como prescripción normativa. Por ello, es un segundo argumento de importancia para recalcar de que la posición Ad Orientem es la forma conciliar y litúrgicamente correcta de celebrar la Santa Misa (aun cuando se acepte la celebración Versus Populum).
Pese a las consideraciones anteriores, consonantes con la interpretación dada por J. A. Jungmann (destacado liturgista) en cuanto a la no obligatoriedad de la celebración "Versus Populum", se pudo evidenciar en los años posteriores una imposición de facto de dicha orientación (lo que es atribuible a una interpretación rupturista), lo que conllevó a la destrucción y mutilación de muchísimos altares, de un valor cultural, patrimonial y litúrgico extraordinario. Aún así, a nivel normativo, nunca se impuso dicha forma de celebrar.
III.- EL MISAL ROMANO. EL "NOVUS ORDO MISSAE".
El Misal Romano, cuya primera edición data de 1970 aporta más información relevante a la orientación litúrgica de la Santa Misa.
Ejemplo de ello es la siguiente frase, tomada de la Instrucción General del Misal Romano, en la segunda edición de 1975, que es absolutamente equivalente a la que corresponde a la primera edición (1970):
"107. Vuelto al centro del altar y de cara al pueblo, extiende y junta las manos e invita al pueblo a orar, diciéndole: Orad, hermanos, etc. [...]".
Se puede evidenciar, con absoluta claridad, que se contempla la posición "Ad Orientem" como normativa de la Santa Misa (dado que el sacerdote debe pronunciar el "Orate Fratres" de cara al Pueblo, tal como se hace en la forma Extraordinaria).
Dicha frase, en la Instrucción general de la Tercera edición del Misal Romano, del año 2000, corresponde a:
"146. Después, vuelto al centro del altar, el sacerdote, de pie, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, invita al pueblo a orar, diciendo: Oren, hermanos, etc.[...]".
Por tanto, una vez más, se puede verificar como la posición "Ad Orientem" está contemplada como normativa dentro de la Santa Misa. Pese a ello, esta tercera edición contempla lo dicho por la Instrucción de 1964, diciendo que la celebración Versus Populum es "muy deseable, siempre que sea posible".
Por tanto, se puede verificar el gran cambio litúrgico entre los años 1975 y 2000, donde se transformó una "recomendación" en una "obligación", la cual, en nuestros tiempos, parece ser algo cotidiano aunque no más correcto, pues rompe con la tradición de la Iglesia, aún, desde sus comienzos, como lo puede atestiguar el Padre Louis Bouyer, quien es citado por el Cardenal Ratzinger en su célebre libro "El Espíritu de la Liturgia", así como los libros "Vueltos hacia el Señor" de Mons. Klaus Gamber, o "Volverse hacia el Señor" del Padre Michael Lang Uwe.
IV.- EL POST-CONCILIO Y LA CELEBRACIÓN "AD ORIENTEM".
Pese a que el Misal Romano, en cualquiera de sus tres ediciones oficiales (Editio Typica), contempla directamente la celebración Ad Orientem (aunque también contempla la celebración Versus Populum para algunas ocasiones), la puesta en marcha de la Reforma post-conciliar fue absolutamente diferente.
El mismísimo Misal contempla la necesidad de conservar los altares ya construidos, y, en recintos nuevos, la construcción de altares separados de la pared, para que puedan ser rodeados con facilidad al ser incensados, y para celebrar, en ocasiones, la Misa hacia el pueblo. Sin embargo, esta instrucción fue mal interpretada (horrorosamente): Los altares fueron lamentablemente destruidos en su gran mayoría, perdiéndose una copiosa y abundante fuente de espiritualidad y arte sacro. Así mismo, fueron construidos altares, que en su gran mayoría, son de mal gusto y carecen de las condiciones mínimas establecidas por el mismísimo Misal Romano.
Así mismo, la celebración Versus Populum tomó un particular protagonismo frente a la celebración Ad Orientem, siendo esta última relegada al olvido. Las razones prácticas que motivaron dicho cambio (las que se resumen, con bastante acierto, en: "Para que la gente pueda ver" y "porque lo antiguo está mal") en la orientación litúrgica no tienen realmente asidero alguno versus las implicancias teológicas que desencadenó y que hoy son absolutamente patentes en la celebración de la Santa Misa, Novus Ordo, alrededor del mundo entero.
Dicha instauración de la orientación "Coram Populo", y por ende, de una prohibición de facto de la orientación "Coram Deo", se ha mantenido durante todos los años posteriores a la reforma de 1970. Aunque han habido intentos de recuperar la orientación primigenia, estos intentos han fracasado, debido a la oposición tajante del clero, que en su gran mayoría, han vivido este proceso de "adaptación litúrgica".
V.- EL NUEVO MOVIMIENTO LITÚRGICO Y "EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA" DEL CARDENAL RATZINGER.
Sin embargo, las nuevas generaciones de sacerdotes, clérigos y laicos, ajenos a toda la debacle litúrgica y teológica del post-concilio, han revalorizado, desde su propia experiencia y desde el estudio de la liturgia, en su dimensión práctica, teológica y espiritual, han retomado los intentos para la revalorización de la orientación de la liturgia, que como diversos estudiosos han confirmado, corresponde a una orientación común de fieles y clérigos desde los comienzos de la Iglesia. La lejanía de las nuevas generaciones con las de quienes presenciaron y fueron partícipes (activos o espectadores) de los cambios litúrgicos de la reforma de la década del 70' y de sus consecuencias posteriores, ha contribuido enormemente a que los nuevos clérigos y los jóvenes laicos descubran, por si mismos, la importancia y el valor trascendental de tradiciones antiguas, las cuales forman parte de la Tradición Viva de la Iglesia. Han, por tanto, valorado dichas tradiciones, que no son "objetos y prácticas vetustas", sino que verdaderas fuentes de espiritualidad y desarrollo teológico del Misterio del Santo Sacrificio de la Misa.
Y, dado este escenario, los intentos por recuperar las tradiciones olvidadas (en muchos casos, olvidadas deliberadamente) han fructificado copiosamente, llegando a su culmen durante la última década.
En el año 2001, S.E. Joseph Cardenal Ratzinger publicó su obra litúrgica "El Espíritu de la Liturgia", en la cual hace un marcado hincapié en la recuperación de una Sagrada Liturgia en sintonía y fidelidad con la Tradición bimilenaria de la Iglesia.
En cuanto a lo directamente relacionado con la orientación litúrgica, hace un desarrollo brillante, donde resaltan los siguientes puntos, fundamentales para nuestro análisis y que representan puntos de base para el Nuevo Movimiento Litúrgico:
1.- "La orientación de la oración hacia el oriente es una tradición que se remonta a los orígenes y es la expresión fundamental de la síntesis cristiana de cosmos e historia, del arraigo de la unicidad de la historia de la salvación, de salir al encuentro del Señor que viene".
2.- Pese a la disposición originaria de la celebración "Ad Orientem", que se ve plasmada en las construcciones bizantinas, en Roma se fue desarrollando una disposición diferente, producto del acercamiento del Altar de la Basílica de San Pedro más cerca de la Sede Episcopal, de manera de celebrar el Santo Sacrificio sobre la Tumba del Apóstol, explicitando la venerable tradición de celebrar sobre la tumba de los mártires, que expresa de manera muy sugestiva la comunión de los Santos. Sin embargo, la Basílica estaba orientada hacia occidente, por lo que, para que la Liturgia fuera celebrada "Ad Orientem", era necesario que el Sacerdote enfrentara a los fieles ("Coram Populo").
3.- "La renovación litúrgica del recién acabado siglo ha hecho suya esta presunta posición del celebrante, para desarrollar una nueva idea de forma litúrgica", aludiendo una poco clara razón: "la formación de un círculo cerrado entre los fieles y el sacerdote", que según los reformadores, sería una forma más propicia para la participación de los fieles y que, además, constituiría una valoración de la supuesta conformación de la Última Cena.
4.- La Conformación "Versus Populum" se ha transformado en el estandarte de Batalla de la reforma post-conciliar, lo cual concuerda con la mutación hacia una "nueva idea de la esencia de la liturgia, en cuanto a comida comunitaria."
5.- Existió desde antiguo la noción de celebrar "Ad Orientem", siendo esto necesario no solo para el celebrante, sino que también para el pueblo reunido. De hecho, citando a Bouyer: "Jamás y en ninguna parte se encontró anteriormente (es decir, antes del siglo XVI) ningún indicio de que se le concediera ni la más mínima importancia, o se le prestara siquiera atención, al hecho de si el sacerdote celebraba con el pueblo delante o detrás de él. [...] lo único a lo que se le daba importancia era que el sacerdote pronunciara la plegaria eucarística, al igual que las demás oraciones, en dirección al oriente". Por tanto, prevalece siempre la disposición, tanto del sacerdote como del pueblo, de la celebración "Ad Orientem", por sobre si se está de cara o de espalda a los fieles.
6.- Dicha conciencia se fue oscureciendo durante la modernidad, llegando a un desconocimiento total de dicho pensamiento. Incluso, con ello, es posible explicar el “porqué” se ha tildado a la celebración "Coram Deo", como una liturgia celebrada "Hacia la Pared" o "De espalda al pueblo".
7.- La disposición "Versus Populum" ha transformado la característica "Teocéntrica" de la Sagrada Liturgia, en una característica "clerocéntrica", siendo el sacerdote el centro de la acción litúrgica: "De él depende todo. Es a él a quien hay que mirar, participamos en su acción; a él respondemos. Su creatividad es la que sostiene el conjunto de la celebración". Con ello, cada vez, pasa a primer plano la acción de la asamblea reunida, y de quienes participan en la acción litúrgica muy por sobre la atención hacia Dios, quien es sujeto principal de la acción Litúrgica.
8.- Es fundamental la orientación común al oriente. "La esencia del acontecimiento no es el círculo cerrado en sí mismo, sino la salida de todos al encuentro del Señor que se expresa en la orientación común".
9.- Es necesario reintroducir en la liturgia la dimensión escatológica que le fue quitada con la transformación de la orientación litúrgica. "La cruz debería estar en el centro del altar y ser el punto de referencia común del sacerdote y la comunidad que ora", ya que la orientación tiene directa relación con la señal del Hijo del Hombre, que corresponde a la Cruz.
Como vemos, el otrora Cardenal Raztinger hace una exhaustiva exposición de los argumentos que sustentan a la celebración "Ad Orientem" como verdadera Tradición Viva de la Iglesia, e introduce además, una idea bastante innovadora: En el caso de que no se pueda celebrar "Ad Orientem", que al menos se coloque la cruz al centro, de manera de restaurar el Oriente Litúrgico hacia la Cruz, punto central de atención del sacerdote y los fieles.
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